sábado, 28 de marzo de 2015

La evaluación en el punto de mira

Entender la evaluación como una simple prueba para valorar, a través de una nota, los conocimientos adquiridos por el estudiante es sin duda un grave error, ya que estamos hablando de uno de los puntos clave en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Es gracias a ella que podemos comprobar la eficacia de dicho procedimiento y mejorar nuestra práctica docente, evaluando no solo al alumno sino también al proceso que estamos utilizando (la metodología, los materiales, el diseño curricular,la forma de evaluar, etc.) y a nosotros mismos como profesores. Podríamos definirla como la brújula perfecta para guiarnos a lo largo de todo el proceso de enseñanza, si sabemos dónde estamos podemos realizar los cambios oportunos para alcanzar nuestros objetivos. Las posibilidades de este instrumento no se limitan solo a la evaluación de los conocimientos sino que también permiten valorar otros factores como la participación, la motivación, el compromiso, etc.


Realizar una prueba fiable es uno de los grandes retos de todo buen profesor. Se trata de un proceso complejo en el que tenemos que tener bien claro qué es lo que queremos evaluar y en el que debemos seguir, de forma rigurosa, todos los pasos necesarios para poder lograrlo. Para ello no debemos olvidar que la prueba ha de ser:
  • transparente;
  • fiable, es decir, que evalúe lo que realmente queremos evaluar;
  • objetiva;
  • continua;
  • valorativa, lo cual no siempre equivale a poner una nota;
  • auténtica, debe reflejar lo que hemos dado en clase;
  • interactiva, tiene que tener en cuenta las características y las habilidades del alumno;
  • significativa por lo que tiene que servir de mapa tanto para nosotros como para el alumno, el cual tiene que poder interpretarla;
  • intencionada, es decir, que tenemos que tener muy claro qué es lo que queremos evaluar para poder definir muy bien los objetivos tanto para nosotros como para el alumno;
  • viable; y,
  • válida, con este último término hacemos referencia a la validez predictiva, del constructo, del concurrente y de la puntuación.

La falta de experiencia, de tiempo o de autocrítica muchas veces nos puede llevar a no cuidar la evaluación, a dejarla en un segundo plano (lo cual suele suceder sobre todo en las clases particulares) o a utilizarla únicamente como una herrmienta para valorar conocimientos relacionados con el curriculum. Es por ello que como profesores debemos estar muy atentos tanto al modo en el que evaluamos como a lo que estamos evaluando, es aquí donde entender a la evalución como parte integrante del proceso de enseñanza-aprendizaje nos ayudará a diseñar pruebas fiables y válidas que puedan servir tanto al alumno como a nosotros mismos.

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